La increíble historia del cerebro de Einstein

Lunes 05 de Febrero, 2024 -

Por: Jhon Jairo Prado

La increíble historia del cerebro de Einstein

El más famoso físico de la historia falleció el 18 de abril de 1955, a los 76 años de edad. Causa de la muerte: ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal. Su peinado excéntrico, su bigote blanco y su lengua fuera ocupaban portadas de revistas y posters. Él, consciente de ello, sabía que su muerte se convertiría en un evento planetario y su cadáver, en una reliquia venerada. De ahí que, en sus últimos meses de vida, pidiera que su cuerpo fuese incinerado en la intimidad familiar y sus cenizas esparcidas en un río antes de que los medios de comunicación se hiciesen eco de su muerte.

 

Ahora bien, justo cuando la familia esperaba ver publicada la muerte de Albert Einstein en los medios, se sorprendieron al leer algo muy diferente. El New York Times informaba de que el cerebro del físico nuclear había sido extraído del cuerpo para su estudio. 

 

El responsable de todo ello era un patólogo, el doctor Thomas Harvey. Se dice de él que era un gran admirador de Einstein. También que su carácter oscilaba entre el desequilibrio, la introversión más esquiva y la obsesiva meticulosidad por la ciencia. Seguramente, el que se le encargara la responsabilidad de la autopsia de Einstein fue toda una suerte para él. Una oportunidad que no desaprovechó.

 

Extrajo el cerebro de Albert Einstein con sumo cuidado, lo pesó, lo diseccionó y lo introdujo en varios tarros. Después, lo puso a buen recaudo en el sótano de su casa.

 

Ahora bien, todas aquellas ansias y aspiraciones del doctor Harvey se fueron truncando. Lo primero que ocurrió fue evidente: perdió su trabajo. Se le criticó y sancionó con dureza por parte de la comunidad científica. Su prometedora carrera en Princeton quedó frustrada. Y su esposa lo abandonó, su acción y el escabroso hecho de mantener un cerebro escondido en un sótano no le pareció ni lógico ni aún menos grato.

 

Fue hasta 1978 que un periodista de la revista New Jersey Monthly llamado Steven Levy logró que Harvey le concediese una entrevista.

 

El artículo se publicó con el muy poco modesto título “Yo encontré el cerebro de Einstein” y, de algún modo, acabó en un despacho de la Universidad de Berkeley, en California. Allí se lo encontró una neuróloga llamada Marian Diamond, que se puso en contacto con Harvey para pedirle un trozo de aquel encéfalo que tan celosamente guardaba.

 

El de Diamond fue el primer estudio sobre el cerebro del genio, exactamente 30 años después de su robo, aunque lo cierto es que no fue tomado muy en serio. El único artículo considerado científico al respecto se publicó en 1999, en la prestigiosa revista Lancet, con el título de “El excepcional cerebro de Albert Einstein”. Basándose en fotografías realizadas por el propio Harvey durante la autopsia, los investigadores concluyeron que los lóbulos parietales de Einstein presentaban una morfología 'atípica'. A la misma (y ciertamente vaga) conclusión llegaría otro equipo de neurólogos, de la Universidad de Florida, en un reciente estudio de 2012.

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